domingo, 14 de agosto de 2011

Saine de Beauvoir

Nació en el mágico París de principios del siglo XX. Con su especial encanto, la ciudad transmitía pasión, sus calles parecían estar impregnadas de sabiduría. Paseando por ellas se tenía la sensación de que en cualquier momento te asaltarían las musas y llegarían a ti, desnudándose por completo y ofreciéndote toda su inspiración. Ciudad de artes y misterios.

La francesa se dedicó a la enseñanza y a la escritura, una gran defensora de los derechos del sector femenino y de la libertad personal, eso es lo que fue para el resto de la humanidad Saine de Beauvoir. Para él siempre había sido mucho más, incluso cuando solo sabía de ella lo que en sus libros escribía. Jean Paul Brunö pudo disfrutar de la filósofa durante la última etapa de la vida de esta y durante el mejor tiempo vivido de él. La conoció repentinamente una mañana, inolvidable, de 1933, siendo su alumno. Ella ejercía como maestra de filosofía, le doblaba la edad. Pero esto no fue ningún inconveniente para que fluyera entre ellos una relación magnífica, que les haría viajar hasta los parajes más lejanos y, antes desconocidos, del fondo de su mente. Se dejaron llevar por el amor, la amistad y la admiración del uno por el otro. Hoy Jean Paul recuerda que hace un siglo las mujeres solo por el hecho de serlo sufrían una serie de daños colaterales, que las arrastraba a una vida predestinada desde niñas. Dedicadas únicamente a ser esposas, después madres y, por supuesto, excelentes amas de casa. Pero la intrépida Beauvoir era distinta, sus ideas serían para muchas féminas el comienzo de una lucha de creencias que cambiaría por completo la visión de la mujer. Jamás se dejó vencer por estos ideales de su época, que envolvían a la mujer, dejándola sin más objetivos en la vida que los establecidos por una sociedad, equívocamente, machista. Creyó en ella misma y defendió siempre su causa. Pensaba que la mujer no era el sexo débil y escribió un libro en el que explicaba su teoría, para intentar que todas aquellas mujeres prisioneras de los ideales establecidos se liberaran sin temor a las repercusiones. Definía a la mujer en base a sus posibilidades, no la limitaba, quería dejar que su mente pudiera volar y su cultura fuera más allá de unos fogones. La visión de futuro de la filósofa era un mundo donde la libertad reinaría, las siguientes generaciones ya tendrían clara su verdad y la igualdad sería un hecho práctico y no tan solo teórico. Jean Paul admiraba la fortaleza que ella poseía, veía mucho más que una mujer, era un espíritu libre. Él la apoyaba y seguía en sus teorías, porque creía en ellas tanto como Beauvoir, era valiente, no temía las críticas del sector masculino. Era un hombre con las ideas claras y dispuesto igual que Saine a luchar por conseguir abrir nuevos caminos en las mentes más cerradas. Cuando Saine murió, Jean Paul empezó a escribir un cuento, en el que metafóricamente quería explicar el cambio de mentalidad que supuso la filósofa para muchas mujeres. Transmitir la sensación de una metamorfosis social de liberación. Para ello, sucumbió al arte escrito y utilizó como personaje al dueño de una fábrica cercana a la ciudad, Gregorio Samsa, que solo contrataba a mujeres, a las que pagaba una cantidad irrisoria. Era un mezquino que siempre andaba maldiciendo mientras apoyaba una de sus manos en su enorme barrigón y con la otra se peinaba su frondoso bigote. Las primeras líneas de la narración se hicieron conocidas por todas las admiradoras de Saine de Beauvoir, puesto que sabían el verdadero significado y simbolismo que guardaba cada una de las palabras del relato. Tantos años después, se sigue teniendo muy presente a esta pareja y a su pequeño pero significativo legado de libertad. El comienzo del cuento dice así:
Cuando Gregorio Samsa se despertó una mañana después de un sueño intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso insecto. Estaba tumbado sobre su espalda dura, y en forma de caparazón y, al levantar un poco la cabeza, veía su vientre abombado, parduzco, dividido por partes duras en forma de arco, sobre cuya protuberancia apenas podía mantenerse el cobertor, a punto ya de resbalar al suelo. Sus muchas patas, ridículamente pequeñas en comparación con el resto de su tamaño, le vibraban desamparadas ante los ojos.
¿Qué me ha ocurrido?”, pensó”.1


1 [ LA METAMORFOSIS ; KAFKA, FRANZ; AKAL 2009]

La inspiradora figura de la filósofa Simone de Beauvoir fue la influencia primordial desde la que surge mi protagonista, cuyo nombre es hoy mi pseudónimo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario