viernes, 10 de febrero de 2012

Una fotografía vieja y rota


Qué es la armonía?

Quizá solo sea un concepto, una palabra que alguien algún día describió juntando, aparentemente con sentido alguno, una silaba tras otra; un seguido de vivencias o un segundo perfecto y de lo que allí nació brotó una decisión: llamar a aquello armonía. Sin embargo, la verdadera pregunta que yace y florece en este preciso y única circunstancia en mi es: quién sintonizó hasta ese punto con el mundo, con la vida, con su mente, con todo o tal vez con nada? Quién tuvo uno de esos momentos que son realmente irrepetibles en los que descubres la esencia desnudándola hasta el último de sus límites, rompiendo con cualquier barrera, viviendo un ¡Bum! interno del que surgió la ARMONÍA?

Que suerte la suya, no sé si siento envidia o admiración, tal vez toda admiración esconda en el penúltimo de sus recovecos algo, por pequeñito que sea, de envidia. Aquí es donde me encuentro, en el borde de un resquicio en el que la respuesta no aparece. ¿Dónde estás? No soy quizá merecedora de un momento como ese? Porque lo quiero, para mí, para ti...

Se dice por ahí que el amor da la verdadera vida a los que la viven y a los que lo sienten; pues entonces, qué injusto ¿no? Yo siento un poderoso amor por mis preguntas, vivo en la incertidumbre, con la alegría e inmensa tristeza que eso me provoca, en ella me he resguardado y ahora me expongo al posible frío infinito de una respuesta no deseada, pero estoy dispuesta, porque tengo, creo, suficientes trapejos para abrigarme cuando llegue, pero ¿y si no llega? ¿Qué hacer si el frío no llega cuando el calor asciende desde lo más exterior hasta la parte más íntima de tu ser? Es ahí donde yo veo un problema, si lo consigo se acaba mi pregunta, porque ya tiene respuesta, y entonces ¿quién quiere una respuesta cuando ésta acaba con todo, cuando una pregunta sin ella es infinita?

Ahora sí, me entiendo y sé que no tengo, ni poseo, miles de respuestas no encontradas nunca, pero si un resguardo bajo el paraguas de otras miles de preguntas que tantos se hicieron. No necesito inmortalizar mi cuerpecito si puedo plasmar la esencia, pero eso no es todo, puedo hacerlo con todas las personas que viven, han vivido e incluso con las que vivirán. Porque todos tendrán sus porqués, y sus “no lo sé”, sus ¿cuándo? y sus “tal vez nunca”; sus ¿dónde? ¿cómo? Y también sus ¿quizás? Con todas y cada una de las piezas, confecciono, ahora, sí, ahora, una fotografía vieja y rota que no nació conmigo pero que en mi vive desde este mismo instante y hasta siempre. Solo espero no dar respuestas, sino la infinitud y supervivencia eterna de una pregunta.


 

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