Relato creado por Santiago Sanchez, escritor del blog http://rockaroundtheclock.latrincheradesistemas.com/
– Te quiero follar como un animal–. Es lo que me dice ella con una voz altamente sexual al otro lado de la línea. Y después cuelga. Esa es mi vida ahora, una vida que gira única y exclusivamente entorno al sexo. Ella tiene lo que su psiquiatra llamó "hipersexualidad" justo antes de que ella lo abandonara. Porqué empeñarse en combatir algo cuando te trae más placer del que jamás pudieras imaginar? Mejor disfrutarlo mientras dure.
Estoy en el trabajo y los minutos pasan como si
fuesen días mientras espero la hora de salida, la hora de mi salida, la
hora en la que regreso a casa y me la encuentro desnuda deseando bajarme
los pantalones. Después de esta llamada no me queda duda de que está
masturbándose con alguno de los vibradores que hay repartidos por todas
las habitaciones de la casa. La gente "normal" cuando no sabe que
regalar, acaba regalando perfumes, flores, o cualquier otra cosa que
denote un elevado desconocimiento el uno del otro. En esos casos yo le
regalo pollas de plástico, o, simplemente, me unto la mía con chocolate y le
doy de comer. En otras ocasiones, lo que le regalo es un arnés
especialmente adaptado para alguno de sus vibradores, para que sea ella
la que me folle a mí. Da igual, todos los juguetes sexuales que posea,
siempre necesita más y más. Aunque por desgracia para mí, con los
hombres le pasa lo mismo, siempre necesita más y más.
Con estos pensamientos se me hace difícil
concentrarme en mis tareas, mi erección se está chocando contra la parte
baja de mi mesa y lo único que puedo pensar es en dársela a ella. Viene
el jefe y me habla, yo asiento una y otra vez sin poder escucharle.
Estoy hipnotizado por el deseo, hechizado por las imagenes de sus manos
acariciándose, seducido con la idea de lo que me espera al llegar a
casa.
Es la hora. Los límites de velocidad son para la gente que no quiere llegar, para todos los zombies que un día tras otro se dedican a vivir las vidas que les han enseñado a vivir, para esa gente que después de pasarse todo el día deseando morir echaran un polvo a sus parejas para correrse y poder dormir. Para mí no hay límites, es lo que ella me ha enseñado, no estamos limitados más que por nuestra propia idea de que tenemos que limitarnos.
Sólo el hecho de introducir la llave en la puerta me
la pone más dura que una piedra de jade, porque sé lo que me espera.
Puedo escuchar sus gemidos en el salón mientras mi cabeza empieza a dar
vueltas. Me concentro en cerrar la puerta, no sería la primera vez que
debido a la excitación la dejo abierta. Después de cerrarla me doy la
vuelta, ella ha venido corriendo y está de rodillas justo delante de mi.
En un segundo han caído al suelo las llaves, mis pantalones y mi ropa
interior. Mi erección se encuentra rodeada de su saliva y su lengua se
pasea desde mis testículos hasta el extremo de mi pene más alejado de
mí, despacio, muy muy despacio. Mientras tanto me mira a los ojos y
clava sus uñas en mi trasero. Poco a poco va aumentando la velocidad de
su lengua, hasta que empieza a mover su cabeza rítmicamente, alante,
atrás, alante, atrás, alante, atrás...
Me he deshecho de mi camisa y allí se ha quedado, un día
más, en el suelo de la entrada. Para de chupar y empieza a besármela
desde la puntita hasta enrredarse con mi escaso pelaje. Beso a beso,
recorre mi vientre sin dejar de mirarme, sus ojos siguen clavados en los
míos. Me encanta que me mire con esa cara de deseo y ella lo sabe, lo
sabe muy bien. Estoy en el paraíso y en el infierno a la vez, puedo
recorrer el universo en su mirada, puedo sentir la mano de Dios en sus
propias manos, haciendo milagros a cada momento con cada uno de sus
dedos. Su boca está inspeccionando mi ombligo y sus manos a la vez se
recrean en mis caderas. Sé perfectamente lo que viene después, esos
mordiscos en mis pezones que me ponen los ojos en blanco. No tiene
prisa, le gusta torturarme de placer, le excita, y puedo olerlo. Ese
maravilloso olor de su sexo, de su excitación. Podría correrme sólo
oliéndola. Aunque mi nariz no esté cerca de su clitoris, llega hasta mí
en una excitante corriente de aire denso. Si hicieran los ambientadores
con este olor la gente sería mucho más feliz... y se pasarían el día
empalmados.
Por fin me besa, por fin me agarra la polla. Su
lengua empieza a jugar con la mía. Al principio sólo se tocan los
extremos para después recorrer mi lengua con la puntita de la suya, por
arriba, por abajo, la rodea. Mientras, su mano sigue firme, sin moverse,
apretando fuerte, dejándome sus dedos marcados. Empiezo a
corresponderla y bajo mi mano derecha hasta su pubis. La dejo allí
quieta, mientras siento la suya, mientras sentimos nuestras lenguas.
Noto su calor con mi mano, una elevada temperatura. Tiene el trópico
entre las piernas. Separo mi lengua de la suya para susurrarla al oído
que estoy deseando llenar de saliva bajo su ecuador, llenar mi lengua de
ella. Con suaves besos bajo y allí me encuentro su sexo, lo huelo,
respiro fuerte, me embriago de su amor, aguanto un poco más, quiero que
ella me lo pida, que me lo grite, que me agarre la cabeza y me la
incruste en su entrepierna. Y lo hace, yo intento darle las gracias
pero no puedo, mi boca entera está ocupada. Le tiemblan las piernas. En
esta posición, va andando hacia atrás, hacia el salón. Mi boca sigue
pegada a ella, yo me arrastro de rodillas como si fuese un perro.
Cuando llega al sofá abre sus piernas mientras yo me
levanto y me preparo para embestirla una y otra vez, hasta que los dos
estemos tan exhaustos como para no poder ni hablar. Y así lo hago. Ella
grita, yo gimo, no paro durante diez minutos seguidos. Me tira del pelo
hacia su cara para que la bese, me tira tan fuerte que pego un pequeño
grito de dolor. Es muy violenta, pero me da igual. Estamos chorreando de
sudor. Ella está chorreando algo más. Estamos a punto de reventar y
reventamos. Caemos sobre el sofá. Nos damos un beso. Le propongo ir a la
cama a descansar un poco hasta la hora de la cena y ella acepta. Y yo
aún me lo sigo creyendo. Después de diez minutos, estoy en un estado de
duermevela a punto de quedarme profundamente dormido cuando noto que
ella se levanta de la cama. Este es el momento en que acaba su
enfermedad y empieza la mía. Cuando muere mi excitación surge la
paranoia. Duermo.
Me asaltan pesadillas en las que ella acaba
dejándome para irse a una casa llena de tíos buenos que se la follan por
turnos de dos. Pesadillas en las que no usa condón con los demás como me
dice y en el que acabamos muriéndonos de una enfermedad extrañísima.
Delirios paranoicos inacabables para mis horas de sueño, ojalá se
quedasen ahí. Me despierto. Oigo gemidos en el salón. Gemidos de hombre.
Tengo hambre.
Me dirigo hacia la cocina y cuando paso por el salón
el tio pone cara de horror. Vaya, otro al que no le ha contado nada, y
al pobre se le acaba de bajar toda la erección al verme. Ella se rie y
me acusa de haberle cortado el rollo. Y vuelve a reír. Hay veces que son
varios los que están con ella, otras veces son chicas, y otras veces me
apunto a la fiesta. Un trío, un cuarteto... tener una pareja bisexual y
liberal dicen que es el sueño de todo hombre. No voy a mentir, las
primeras veces que haces un trío es bastante divertido y excitante, pero
poco a poco todo eso se va transformando en más paranoia, en que las
posibilidades de que encuentre a alguien mejor que tú se multipliquen por
dos. De la fantasía a la paranoia en dos cómodos plazos. Debería
tomarme mi medicación.
Sigo andando hacia la cocina. Le digo que voy a
cenar. Ella dice algo, creo que quiere que espere diez minutos a que
termine para cenar conmigo, pero como está intentando levantársela otra
vez a ese tipo, es difícil entenderla. Llego a la cocina, pongo el
televisor, me siento y espero. Espero a que ella termine, mientras, por mi
cabeza pasan imagenes de como me va a decir que lo nuestro se ha
acabado mientras se va con el tipo que se la está tirando ahora mismo,
como vamos a descubrir que nos vamos a morir dentro de poco por una
enfermedad rarísima o como se cansará cuando yo no pueda darle
todo lo que ella necesita de mí. Esta es mi vida ahora.