Relato
escrito por Ana Celdrán a.k.a Nita
<<Siempre
tan solo en tu consciente, Marcos, siempre tan mal acompañado.
Siempre de la mano de la pena unificando en un solo concepto vuestras
materias como cuando haces el amor>>.
Esto
es justo lo que la psicóloga de Marcos pensaba cuando lo veía
aparecer por su puerta dispuesto a, una vez más, no colaborar. No
obstante, ella era una profesional y, como tal, debía adherirse a su
rol más frio y concentrado para poder creerse que de su acción se
derivarían resultados…
Reunión
con Marcos a 16 de Febrero de 2012
-Buenos
días Marcos. Que tal has amanecido hoy?
-Bueno,
he amanecido, como cada día.
-Estupendo,
me alegro de que cada día estés dispuesto a amanecer.
-Bueno,
he dicho que he amanecido, no que esté dispuesto a hacerlo. De
hecho, no me hubiera importado seguir durmiendo la eternidad entera;
eso me permitiría vivir en el mundo que quiero.
-Cuando
duermes vives en el mundo que deseas?
-Cuando
duermo vivo. Cuando estoy despierto, solo y simplemente estoy
despierto.
-Entonces,
crees que es mejor estar dormido?
-No.
No creo que sea mejor. Creo que es “mejor” para mí. De que me
sirve estar a mi despierto en una vida en la que no vivo? Es una
tontería estar dormido pudiendo vivir para alguien el cual vivir la
vida le merece sentido.
-
Pero… algo habrás estado haciendo todo este tiempo en el que has
estado despierto…
-
Si claro, he hecho muchas cosas, pero ninguna de ellas me es una
razón suficiente que demuestre algún significado. Qué significa
haber ido al colegio o a la universidad? Que ahora tengo más
información y abstracción que antes que, de hecho, me reafirma la
pena. Qué significa trabajar? Que puedo comprarme cosas. Qué
significa comprar cosas? Que ahora tengo más cosas que antes…
-
Bueno, pues qué razón crees tú que sería suficiente para afirmar
que estás viviendo?
-
No cree usted que si yo tuviese entre mis manos esa razón habría
hecho uso ya para fines propios? O me toma usted por imbécil?
-
No, claro que no. Solo te tomo por un tipo que no es capaz de ver más
allá de las fronteras que se ha marcado. Y dado que hiciste una mala
gestión de tu política de territorio, ahora tienes poco campo de
visualización.
-
No creo haberme marcado personalmente jamás tales fronteras ni creo
estar para nada ciego; yo veo de puta madre a todo el mundo. El hecho
es que mis pensamientos caminan por suelo no asfaltado, de manera que
mi cuerpo, que va inevitablemente sellado a mi mente, no puede ser
visto por los transeúntes que caminan por el asfalto; están en otro
nivel. Digamos que nací en tierra de nadie y sin GPS incorporado.
-
Sabes de sobras que hoy en día hay millones de caminos que escoger,
que los hay de tierra, cemento, agua,… incluso los hay en cientos
aunque no seas libre de escogerlos todos. ¿Por qué no te dejas
llevar por alguno de los ritmos que se marca la sociedad y a los que
seguramente alguna vez te ha invitado?
-
Porque peso… Para serle sincero me pesa toneladas algo que ni
siquiera sé si tengo. Aunque si tuviese-la, de seguro que la vida no
tendría forma de muerte y la muerte no se llamaría “salvación”.
-
Entonces, crees tú que tu muerte va a salvarte?
-
Oh no. Creo que la muerte fue ayer, es hoy y ahora, y será mañana…
creo que la “paz” está en la vida, pero cuando no reúnes las
condiciones suficientes para vivir, los mundos se intercambian
haciéndote creer mentiras. Siempre he creído que se trata de una
prueba de inteligencia y evolución para el ser humano… El problema
que plantea esta especulación es que, una vez incorporada en la
“realidad” más ordinaria de las personas, resulta que éstas y
sus sistemas se transforman en “examinador”… A veces pienso
porque los Dioses de la socialización no me convirtieron en mártir
de la fe y sí en sujeto de investigaciones…
Todas
las conversaciones que Marcos tenía con su psicóloga se
desarrollaban así: ella saludaba y él, enseguida, daba muestras de
su mal afortunada depresión. Así, sin vacilar un segundo, ella
iniciaba su terapia siguiendo el hilo que Marcos le brindaba. De
hecho, esa inmediatez en el diálogo era lo que a Marcos le permitía
acudir a sus reuniones con la psicóloga. Ella trataba cuestiones que
él no podía tratar cotidianamente, pero que, no obstante,
resultaban ser su más inmediata cotidianidad.