Amaneció con antojo de nueces y pensó que sería algo pasajero.
Dos años más tarde
Meses después se sienta, en uno de los taburetes tapizados con terciopelo azulado de Le Louré, a explicar su pequeña anécdota frente a la psicóloga Elisabeth Strouss. La camarera del local, todavía vacío, se dedica a repasar las copas antes de la happy hour, mientras escucha sobrecogida “entre bambalinas” lo que cuenta la mujer que puede llegar a ser su próxima compañera:
– Día tras día me perseguía el deseo incesante de comprarme una bolsa enorme de nueces, pero por alguna razón prefería que me las dieran. Así que, aprovechando la cercanía de mi aniversario, me dediqué a decirle a mis allegados que si pensaban regalarme algo ese algo debían ser nueces. Acumulé un número considerable, mi problema vino cuando al tenerlas todas ante mi no quería comérmelas. Es curioso, pero me gustaba tanto que algunas personas se hubieran preocupado por cumplir mi absurdo deseo, que tenía la sensación de que si me las comía no sólo desaparecían las nueces sino que también lo harían las buenas intenciones.
La psicóloga la miraba confundida, pensaba disimulada qué tenía aquello de importante, en porqué era relevante y significativo para la vida de la mujer la historia de las nueces y si, tal vez, era simplemente una pérdida de tiempo.
Sin alargarse más, la mujer miró a la experta fijamente y le dijo textualmente, según la posterior confesión de la camarera: – “Se pudrieron, como mi relación con los que me las regalaron”.
Dos años más tarde
– Tras incontables elucubraciones al respecto, ilimitados intentos por darle sentido, apabullantes pensamientos sin respuesta. Hoy, en medio de un atasco, mientras recordaba la historia que me había contado la muchacha en la entrevista de trabajo para la coctelería, me he dado cuenta de que tengo la respuesta, sé que quería decir la mujer con aquellas palabras. Los antojos, vienen y van... no son las personas que más te aman las que satisfacen tus caprichos, sino las que se quedan cuando te cansas de ellos. Aquella mujer deseaba las nueces y las consiguió, pero por no querer gastarlas no se las quiso comer, y, al final, ni se las quedó ni se las comió, porque se pudrieron. Todo tiene un ahora, un presente, una razón de ser y cuando deja de tenerla, se pudre y desaparece, aunque uno no haga nada porque se marchite, nada dura para siempre. Y aunque es casi una ironía, es vital aceptar la finitud, para así poder decidir, lo que en nuestras manos está del propio destino, dándonos un pequeño margen de libertad, pues más vale que algo se acabe por gastarlo que por miedo a hacerlo.
Un placer poder leerla de nuevo. No escribo tan bien como vos, pero quería expresar una opinión diferente así que he continuado la historia.
ResponderEliminarEspero no le moleste. También espero que pese a mi mala escritura se llegue a entender lo que trato de decir.
Un saludo:
La psicóloga se levantó con antojo de cerezas y pensó que sería algo pasajero.
Esta recordó la extraña historia de las nueces en la que hacia años que ni siquiera pensaba. Faltaban apenas 2 días para su cumpleaños, pero ella creía que tenia grandes amigos y que se molestarían en satisfacer sus necesidades. Ella siempre se desvivía por atender a los caprichos de sus amigos, por lo que esta vez seguro que sus amigos responderían, pues eran los mejores.
Así que lo publicó en twitter y se sentó a esperar como venían a ellas esas cerezas riquísimas. ¿Realmente alguien se acordaría de ella? ¿Que haría con ellas?
Evidentemente ella se las comería todas, no iba a dejar escapar ninguna de las posibilidades que le deparaba el presente, igualmente se iban a pudrir. ¿No comérselas como hizo la chica de las nueces? Eso seria una tontería.
Se levantó el día de su cumpleaños la sorpresa no se hizo esperar. Poco antes de las 10 de la mañana sonó el timbre, era el mensajero, trajo varios paquetes.
Los dispuso en la mesa y empezó a abrirlos. El primero era de Anna, el contenía unas cerezas de la china acabadas de llegar, pues aquí era invierno y no se podían conseguir, también acompañaba el paquete una preciosa carta de felicitación, así también fueron las de Ferran, Jose y la de carlos. Las de Juana y Nuria tenían un detallito especial, un perfume y un pequeñito joyero respectivamente. También se acordaron de ella Luis, Juan, Raúl, Lorena y Desiré. Hasta ahora tenia cerezas Chinas, de Venezuela y de Australia. Pero faltaba Dani, el era uno de sus mejores amigos, tal vez el mejor.
Salió a desayunar al bar, allí encontró a unos pocos compañeros con los cuales intercambió unas palabras mientras desayunaba. Poco después se marcho y después de hacer unos recados volvió a su casa. Era un bloque de pisos de apenas 4 plantas de alto, ella se había echo con el bajo y le quedaban unos pocos metros de patio trasero.
Escuchó algo en el patio y salio a ver, en el se podía ver una grúa sosteniendo un árbol que justo estaban metiendo en un agujero que acababan de hacer, ella indignada empezó a pedir explicaciones alegando que esto tenia que ser un error.
Uno de los operarios se echó la mano en el bolsillo y le acercó una carta, estaba escrita a mano y indudablemente era la letra de Dani, en ella se podía leer:
ResponderEliminarA mi psicóloga preferida:
Los antojos, vienen y van, pero esto es mas que un antojo. Los antojos son caprichos momentanios en tu vida, que satisfechos o no no, siempre tiene la misma repercusión, ninguna. Ningún gran cambio sucede en tu vida por satisfacerlos o dejarlo de hacer. Y es por eso que esos antojos, o el resultado es estos no se puede comparar con una amistad. Como hacia aquella mujer con las nueces.
Aquí tienes un cerezo, no es el mejor lugar donde plantar-lo, pero si lo cuidas de bien seguro que crecerá fuerte y sano. En otros sitios tal vez crezca en la naturaleza sin ningún tipo de ayuda, pero en tu jardín deberás ser tu la que lo cuide o este se marchitará y morirá.
Todo tiene un ahora, un presente, pero también tiene un pasado y un futuro, todo ligado sin poder hacer nada para evitarlo. Cada minuto que pases con el, regando-lo, cuidando de sus hojas y de sus raíces el te lo agradecerá, cada vez será mas fuerte y sus hojas serán de un color más vivo. Y algún día, cuando toque, empezará a dar cerezas. Aunque todavía le queda un tiempo, pues los mejores frutos los dan los arboles más viejos.
Y si lo cuidas bien, se lo podrás legar a tus sucesores pues un árbol vive cientos de años, o tal vez más. Somos nosotros los que como humanos somos efímeros, con la gran suerte que podemos creer que pueden existir cosas que si que duren para siempre, dejando solo para las estrellas, antiguas, viajeras y casi eternas, la creencia de que nada es para siempre.
Feliz Cumpleaños
Dani.
Dos años más tarde
Nuestra protagonista se comió la primera cereza de aquel árbol, fue una de las mejores experiencias de su vida, tras dos largos años de cuidado el cerezo había dado su primera fruta. Y en ella no solo estaba el sabor de la cereza, estaban todas las tardes de lectura bajo aquel cerezo, también estaban todas las horas de cuidado y aquella fumigación odiosa del año pasado que le había dejado sin poder salir al patio durante 2 semanas! Y justo en aquel momento lo entendió, pasado presente y futuro.
Nada se aprecia realmente si no ha costado un esfuerzo previo, Pasado, pero ese esfuerzo ha echo que además tenga para ella y para compartir con sus amigos, Presente. Y por supuesto, no podía esperar para compartir con Dani aquellas maravillosas cerezas, Futuro. Pues la vida se trata de construir y compartir aquello que construimos.
Hay infinitas maneras de crear un final, la tuya es especialmente atractiva porque la has acompañado de una narrativa que la envolvía de sentido. Aunque llego con algo de retraso te agradezco haber dedicado un poco de tu tiempo a añadir un comentario donde expresar un nuevo final y, con ello, una nueva fuente de resignificación. Me quedo por eso con un final vivido y ya escrito que necesitaba ordenar en un relato donde darle cobijo.
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